La seguridad ciudadana es una sensación. Es la sensación que tiene el ciudadano de que no le va a pasar nada: No le van a robar. No lo van a asaltar. No lo van a secuestrar. No lo van a matar, etc., ni a él o a sus familiares. Actualmente, esa sensación no existe. Y, por el contrario, cada día se hace más fuerte la sensación de inseguridad, las 24 horas del día.
Y es que la delincuencia se ha desbordado. Y la policía no se da abasto. Todos los días vemos que alguien muere, o lo matan, o lo secuestran, o le roban, etc. Según esta lógica, cualquier día nos toca a nosotros.
El objetivo de la seguridad ciudadana es aumentar esa sensación que merecen tener los ciudadanos de cualquier ciudad. Para ello, la policía es la solución. El patrullaje es imprescindible. La prevención es prioritaria. Los delincuentes, si no han nacido avezados se hacen avezados, y matan solo por el simple gusto de matar. La cárcel ha probado ser inútil. Sólo los aparta un tiempo. Luego, salen peor que antes. No hay necesidad de grandes estudios para ello. Basta comprar cualquier periódico de 50 céntimos para corroborar esta realidad.
Numericamente la delincuencia supera a la policía. Y en muchos casos la supera también en armas y vehículos y en medios telefónicos y computacionales. Mientras a la policía se les ata de manos con lo que Cipriani ha llamado los derechos humanos, los delincuentes (que no tienen nada de humanos) trozan y destrozan.
Sicarios hay hasta en la sopa. Su trabajo: jalar el gatillo; matar por encargo; nada personal. Luego de muerto el muerto, a cobrar, si es que no ha cobrado antes. Marcas se han multiplicado. Un celular, el invento del siglo XXI, utilizado, para qué, para delinquir. Y es que como dicen por ahí, la escalada de la delincuencia es gigantesca.
La esencia de toda esta situación es que estamos en guerra, una guerra soterrada, sucia, estúpida. Y lo, peor de todo, es que perdemos el tiempo en "entretenernos", en ver qué hace Angobaldo y qué hace Quique Suero. Y mientras tanto, la delincuencia nos come enteritos.
Algunos chispazos de esperanza nos alumbran cuando vemos que caen los drogos y microcomercializadores de Arnaldo Márquez, o cuando caen los "secos", los "marcas", los "malditos", etc. Sin embargo, atrapan a uno y salen veinte más. Las cárceles se llenan, y como no hay quien cuide, los delincuentes se fugan. Y así se vuelve a iniciar el eterno juego de policías y ladrones. Estamos pues en guerra y la guerra solo tiene una solución: o la ganas o te mueres.
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