La delincuencia no tiene remedio. Los delincuentes son como las cucarachas; el problema no es que existan sino que sean muchas y sean incontrolables. Cuando la cuidadanía ya no puede controlar a la delincuencia, es porque la delincuencia le ha ganado la partida. Las cucarachas son eternas, al igual que las ratas y pericotes; por eso, el problema no es que existan, sino que sean muchos.
La delincuencia existió desde siempre. Basta recordar que cuando crucificaron a Jesús, éste ya tenía a sus costados a dos... ¿dos qué?, dos ladrones, ni más ni menos. Y si nos remontamos más atrás podemos encontrar que apenas creado el mundo ya se había cometido el primer homicidio de manos de Caín. Esto que para alguno es un mito, no quita su validez de prueba de por lo menos que el crimen existió desde que el mundo es mundo.
Podemos incluso añadir en este recuento a Alí Babá y los cuarenta ladrones para redondear la idea de que delincuencia y humanidad van de la mano. Los asaltos de las coboyadas, las invasiones de los vikingos, la piratería de Morgan y compañía, etc. fueron y seguiran siendo.
El mundo de la delincuencia corre paralelo al mundo formal y mientras no haya nada que cambie esta realidad estamos condenados a vivir, no solo juntos, sino aún, revueltos. Sólo nos queda organizar una mejor policía en quien delegar la función protectora contra la delincuencia y rezar porque esta policía no se vuelva contra la ciudadanía por causa de sus malos elementos.
Y junto con ello va la Prevención, es decir, tomar todas las medidas necesarias para dificultarle el "trabajo" a los maleantes antes, mucho antes, de que se materialice el atraco que de todas maneras en algún momento nos caerá encima. Esto no es una predicción con bola de cristal, es una verdad estadística. La guerra a la delincuencia es eterna. Es un hecho de la vida. "Humanos" contra humanos.
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