viernes, 29 de mayo de 2009

La delincuencia es... eterna. La estupidez también.

La delincuencia está cada día más avezada. Pero entendemos "avezada" en el sentido particular que le hemos dado en el Perú, es decir, más salvaje, más violenta, más agresiva, más mala, etc. Se hace esta aclaración pues el significado de "avezado" es ser "ducho, experimentado en algo".

Claro que, a este paso, ese significado también le cae a la delincuencia actual, aunque no a todos. Es decir, hay un porcentaje pequeño de delincuentes que se hacen "duchos" en base a la repetición de sus delitos; pero el gran porcentaje, casi el total, son más bien torpes e incompetentes a la hora de delinquir; tanto es así, que estos malditos tienen que recurrir al asesinato para robarse un celular o un par de zapatillas. Como que ese "modus operandis" no es muy "ducho" que digamos, por mucha experiencia que se tenga en estos robos.

También vemos esta carencia de habilidad en la torpe planificación de un secuestro, por ejemplo. Hemos visto los planos burdos que se hicieron esos que iban a secuestrar al hijo de Magaly Medina; sin otro criterio más que el de actuar a la bruta. O sea, si algo sale mal, tirar a matar.

Por ello, lo de "avezado" va más por el lado de salvajismo y el de maldad por gusto que por otra cosa.

Y eso es lo que señalamos; mientras que los delincuentes se hacen cada vez más malditos, los ciudadanos nos hacemos cada vez más mansitos. Mansitos e imprudentes, además. Con todo lo que vemos, seguimos exhibiendo celulares, seguimos saliendo del banco con efectivo, seguimos dejando a nuestros hijos salir sin guardaespaldas, seguimos sin poner alarma a nuestras casas o a nuestros carros, seguimos comprando a los reducidores de la cachina, seguimos coimeando a la policía, seguimos comprando jueces, seguimos desinformados en lo esencial mientras nos atiborramos de "información" sobre lo que Abencia le hizo a Alicia, etc. Es decir, no aprendemos.

Y si después de todo esto no aprendemos es porque la estupidez nos embarga, nos llena, y así somos felices. Sólo cuando la desgracia vuelve a tocar nuestra puerta hacemos el firme propósito de hacer algo por la vida, pero al poco tiempo, volvemos a la misma indolencia de siempre. Así sucede con el friaje, con las inundaciones, con los huaycos, con los terremotos, y así sucede también con la delincuencia.

Es por todo ello que podemos afirmar que la delincuencia es... eterna. Y la estupidez también.

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