sábado, 2 de mayo de 2009

Casos abiertos: Calígula

A continuación, informe de El Comercio

2009 02 14

REPERCUSIÓN MEDIÁTICA

'Calígula' y un caso aún sin resolver
http://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/caligula-y-caso-aun-sin-resolver/20090214/246048

Ha marcado la historia reincidente, dos décadas después del asesinato del magnate pesquero Luis Banchero Rossi y una década antes del homicidio cometido por Clímaco Basombrío Pendavis, el “Asesino del Martillo”. Porque entre los más atildados crímenes ocurridos en el llamado sector A-B, el Caso “Calígula”, en 1992, no solo abonó al imaginario y prontuario mediático, sino que continúa siendo un misterio sin resolución.

Pocas veces un asunto policial provocó un seguimiento —más bien, una seguidilla— de pistas, versiones, despistes, acusaciones y desmentidos sobre drogas y sexo duro, dinero, clase alta y videos para la extorsión —fue un caso pionero, antes que Montesinos—, tan propicios para crónicas rojas, amarillas, negras y miniseries televisivas.

El primer titular en El Comercio fue: “Dos vendedores de autos fueron muertos a balazos”. Y los detalles ya empezaban a atraer la curiosidad por lo sangriento: en una curva del kilómetro 17 de la carretera Huarochirí-Cieneguilla, el joven miraflorino de 24 años Fernando de Romaña fue encontrado muerto —en medio de dos charcos de sangre y restos de casquillos calibre 38— con tres balazos: uno central en la cabeza, otro en el maxilar izquierdo y un tercero en el oído derecho. El cuerpo de su amigo, Julio Domínguez, de 20 años, se encontró al costado de un Toyota plateado, de placa LQ-3023, cerca de la clínica Montefiori, en Monterrico, con un hueco de bala en la región orbitaria del ojo izquierdo.

PISTAS QUE DESPISTAN

El primero en hablar fue Jorge de Romaña, hermano de quien se haría póstumamente afamado por su apelativo “Calígula”, para contar que “ambos estuvieron a las 4:30 p.m. del jueves 13, en su domicilio, de la calle Diez Canseco 561, en San Antonio, y de allí salieron con rumbo desconocido”. A “Calígula” solo se le encontró su libreta electoral junto con 400 dólares, un reloj, una cadena y el enigma de su asesino.

Quince días después de su muerte ya la prensa hablaba de la leyenda del “playboy” chantajista y su banda; y apareció la primera hipótesis de su asesinato: “Romaña se dedicaba a la producción de videos pornográficos, con la participación de jovencitas. Muchas veces, las cintas eran enviadas a los padres de las chicas, a fin de que paguen un chantaje para evitar que se den a publicidad. Una de las hijas del italiano habría sufrido un engaño de parte de los dos amigos, los que habrían hecho una cinta pornográfica con ella, la cual le fue enviada. El extranjero habría simulado aceptar el chantaje y pactado una cita con los jóvenes. Sin embargo, lejos de darles el dinero que pedían para no dar a publicidad el video porno, fueron secuestrados por dos sicarios y asesinados a tiros. Actualmente, el mismo personaje habría enviado una carta amenazadora al hermano de Fernando de Romaña, quien nada tiene que ver en el asunto, amenazándolo de muerte si no le entrega la cinta original”.

La policía y la prensa auscultaron el pasado de “Calígula” y encontraron desde dos años antes de su asesinato: siete viajes a Estados Unidos, Brasil, Chile e Italia y una detención por robo de partes de vehículos en diciembre de 1990. Y que el día de su muerte alquiló un auto por 80 soles diarios y dejó una garantía de 500 dólares.

Veintinueve días después de su muerte, otra tesis abría paso y pasado: el ajuste de cuentas por traficantes de drogas, porque se comprobó que nunca vendieron un auto y “ni siquiera una bicicleta, a decir de un alto oficial de la División de Homicidios”. Y se producía otro giro inopinado: habría diez policías sospechosos: “Los efectivos fueron comprendidos en dichas investigaciones, debido a que en octubre de 1991 un grupo de la Dircote acudió al domicilio de “Calígula” para intervenirlo… Después se aclaró que dicha intervención policial fue irregular y los detectives fueron sometidos a sanciones administrativas”.

Treinta y un días después de su muerte, se difundía la noticia de la búsqueda, vía Interpol, de otro integrante del clan de “gigolós” delincuentes: Luis Mannarelli Rachitoff. Y se descartaba el ingrediente mágico oscuro que expandían las leyendas urbanas: la existencia de un “ángel vengador”: “debido a la aparición de un volante con un dibujo de una mujer y una calavera a un costado”.

Cuatrocientos siete días después de su muerte fue capturado Mannarelli cuando intentaba fugar con un pasaporte argentino falsificado por el aeropuerto.

Cuatrocientos diez días después de su muerte un familiar de Mannarelli advirtió: “Si lo llevan a la cárcel intentarán matarlo… Algo grande que le es imposible revelar, porque su vida correría grave peligro, guarda Luis”.

Cuatrocientos dieciocho días después de su muerte un nuevo representante del Ministerio Público ordenó que se reabriera el expediente y ofició a la División de Homicidios para que reanudaran las investigaciones (un fiscal provincial había mandado archivar el caso hacía nueve meses). “Sospechosamente ni la Policía de Homicidios ni la parte civil (en este caso los abogados y familiares de las víctimas) hicieron nada por denunciar esta irregularidad en ese momento. Recién, por las denuncias hechas por El Comercio, la fiscal Vargas Cubas mandó a revisar su archivo y allí encontró esta grave irregularidad”.

Cuatrocientos setenta y seis días después de su muerte llegó a Lima María Elena Tagliabue —implicada en el clan “Calígula”, supuesta pareja de Juan Carlos Domínguez— desde Miami para rendir su manifestación de ley. No aportó mayores sombras al asunto.

Quinientos cuarenta y un días después de su muerte se anunciaba el estreno de “El ángel vengador”: la miniserie en que el actor Julián Legaspi haría celebérrima la frase: “Que empiece la juerga”. Y Betty Azalde, la madre de “Calígula”, solicitaría luego 600 mil soles de reparación civil a Luis Llosa, productor de la serie.

Quinientos setenta y nueve días después de su muerte la policía capturó y puso a disposición del Ministerio Público a Alejandro Gonzaless “Jano” como “presunto asesino” (se le encontraron 14 videos en los que aparecían las víctimas) y quien luego sería acusado de pertenecer a una red internacional de tráfico de drogas. “Jano”, tras el homicidio de “Calígula”, fue a su casa y le dijo a su madre que “se llevaba la libreta y los videos de su hijo para cobrarse unas cuentas… El sospechoso, según Giuliana de Romaña Azalde, en el velorio de su hermano “Calígula”, manifestó públicamente que su revólver se le había perdido en un choque que tuvo con su vehículo”.

Además había una conjetura sobre la desaparición de huellas en “videocasetes, en donde supuestamente estarían las orgías sexuales que el clan “Calígula” solía celebrar con damas connotadas de distritos limeños, para posteriormente chantajearlas, “Jano” habría regrabado algunos dibujos animados”. Ese mismo día se supo que fue un publicista drogadicto el autor del dibujo del “Ángel Vengador”: Daniel Figari “Clorito”.

Quinientos ochenta y un días después de su muerte se citan a seis personas que aparecen en los videos de fiestas de “Calígula”, entre ellas el cómico Raúl Beryón, la dalina Mónica Santa María, su ex enamorado Arturo Bayly y la vedette y luego congresista Susy Díaz; quien declaró con música de cámaras: “Me amenazan de muerte por teléfono, por eso he pedido garantías para mi vida”. Ese mismo día otra hipótesis circuló por las redacciones: “Un karateca y un vendedor de pan se han convertido en piezas importantes para la División de Homicidios de la PNP”.

Seiscientos cinco días después de su muerte la policía detuvo a otro miembro del considerado clan de “burros”: Horacio Puccio Ballona, quien declaró a la fiscal Nancy Vargas que el crimen “se cometió porque “Calígula” y el “Chato” se apropiaron indebidamente de un lote de droga avaluado en unos 15 mil dólares”. Y el autor sería: “un ex diplomático de un país vecino”. Puccio moriría el 6 de mayo de 1999, “cuando en pleno vuelo algunos de los 229 envoltorios de jebe con clorhidrato de cocaína (medio kilo) que llevaba en el estómago a Miami, Estados Unidos, se reventaron”.

Mil noventa y cinco días después de su muerte, el 12 de abril de 1995, la primera Sala Penal absolvió a “Jano”, por falta de pruebas, y el caso volvió a fojas cero. Casi un año después Giuliana, la hermana de “Calígula”, fue detenida junto a presuntos miembros de una organización de narcotraficantes en Iquitos. Días después fue puesta en libertad.

Mil quinientos sesenta y cuatro días después de su muerte Luis Mannarelli salió libre del penal de Lurigancho, cumpliendo una condena por un robo millonario de joyas y no por tener algo que ver con el crimen de Fernando de Romaña.

Y a seis mil doscientos cuarenta y un días después de su muerte todavía el Caso “Calígula” es un crimen con final abierto.

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