A continuación un informe de IDEELE
Jóvenes pandilleros: MIEDO CRUZADO
Publicado en IDEELE
El humo del cigarro invade la habitación. Dos jóvenes –Favio de 19 años y Joel de 20– y dos adolescentes –Robert, de 15, y Hans, de 14– están nerviosos por la entrevista. Dos de ellos caminan de un lado a otro. Los cuatro integran el grupo llamado "Las Águilas", pandilla que recorre desde hace siete años las calles de la margen izquierda del río Rímac en busca de acción y adrenalina. Estamos en el barrio El Planeta, escenario de luchas sociales hace más de veinte años, y hoy lugar donde policías y pandilleros se enfrentan y en el que los vecinos reclaman seguridad. En la calle se observa a jóvenes jugando voley, chicos y chicas que alguna vez, nos dijeron nuestros entrevistados, fueron parte de las temidas pandillas.
¿Por qué "Las Águilas"?
Porque cuando agarramos a nuestra presa no la soltamos.
¿Quiénes son sus presas?
"Los Rebeldes". Antes entrábamos en las casas y robábamos, o si no nos "mechábamos" con la policía; mis patas mataron a uno de ellos. Yo también le disparé en la cabeza, pero no sé si lo maté, dice Joel.
¿Cómo se formó la pandilla?
Somos amigos desde chicos, y luego nos hicimos pandilleros.
¿Por qué quieren ser pandilleros?
Los papás sólo sirven para darnos de comer; en cambio, nosotros somos una familia y tenemos poder.
¿Un miembro de una pandilla puede estar en otra?
Sí. Siempre y cuando no haya "roche". Incluso podemos ayudarlos cuando tengan una "bronca".
¿Hinchas de qué equipo?
La U, pe´. Al que sea de otro equipo le sacamos la mierda.
... También son barras bravas
Claro pe´.
¿Alguna vez han pensado en el futuro?
Yo voy a ser abogado, dice Robert.
Si les dieran trabajo, ¿se saldrían de las pandillas?
Si nos dieran "chamba" ya no seríamos pandilleros.
¿Qué piensan de la gente que los mira mal?
Ellos creen que somos una lacra, pero nosotros también tenemos sentimientos.
Un fenómeno que se extiende
"Las Águilas" es sólo una de las más de seiscientas pandillas que actúan en la ciudad de Lima. Este fenómeno de las pandillas no es nuevo. Las integran desde niños de 10 a 12 años hasta los jóvenes de 20 a 24. No todos son violentos.
Según Federico Tong, regidor de la Municipalidad de Lima y especialista en temas de juventud, el fenómeno comenzó en la época de la violencia política, en los 80, Para Tong, el pandillaje es un fenómeno internacional que se da también en nuestra capital y se extiende a diversas ciudades en provincias (ver mapa de Lima Metropolitana y nacional).
De acuerdo con recientes investigaciones de Tong, existen cinco tendencias a las que hay que estar atentos en el desarrollo actual de las pandillas: el descenso paulatino de la edad de sus integrantes; la aceptación de mujeres en el grupo; el entrecruzamiento de escenarios complejos, esto es, pertenecer a más de una pandilla, ya sea en el barrio, en el colegio o en una barra brava; el mayor nivel de peligrosidad en virtud del consumo de drogas y por portar armas de fuego; y los riesgos asociados a la delincuencia profesional y la prostitución.
¿Qué buscan los jóvenes en una pandilla?
Las pandillas satisfacen tres necesidades básicas del joven, según el sicólogo social Federico Tong: la necesidad de pertenencia, de formar parte de un grupo o comunidad; la necesidad de seguridad en una ciudad que los agrede y margina; y, finalmente, la necesidad de reconocimiento social. "Las pandillas responden a esa necesidad de ser protagonistas, de ser alguien en una sociedad de anónimos."
La crisis de valores familiares y la ausencia de diálogo entre generaciones son también causas que empujan a los chicos a integrarse a una pandilla. "Es fundamental el papel de las familias –dice Tong–. Al relajarse estos valores, a los chicos no les queda otro espacio que la calle: ahí están sus grupos de amigos. También es crucial el papel de los medios de comunicación, que propagan imágenes cada vez más violentas e intensas.
"El problema de la falta de diálogo entre generaciones siempre ha existido; lo que pasa es que hoy es más grave porque los chicos y chicas no están dispuestos a seguir los dictados de la autoridad adulta; tienen una mayor independencia y unas enormes ganas de descubrir las cosas por sí mismos. El ritmo en que viven y los hacen vivir es vertiginoso; necesitan nuevas sensaciones, explorar con más imágenes, cada vez más intensas y emocionantes. Requieren ponerle luces y colores a una vida que normalmente es gris."
Los actos vandálicos: la infracción por excelencia de las pandillas
Hay que colocar las cosas en su lugar. Las pandillas son una fuente de inseguridad ciudadana, pero, como lo demostró la Encuesta de Victimización en Lima Metropolitana realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INEI) a fines de 1998, no son, todavía, una fuente de delitos como en otras ciudades del mundo; la mayoría no posee aún armas de fuego, cosa que sí ocurre en ciudades de los Estados Unidos, por ejemplo. En el caso del robo a la persona, que es el delito más frecuente en Lima Metropolitana, 68,5% es cometido por ladrones comunes, 12,5% por pandillas y 10% por los llamados "pirañitas".
Lo mismo sucede con el robo a la vivienda: 59% es cometido por ladrones comunes y 10,6% por pandillas.
Es en las agresiones contra las personas que las pandillas empiezan a adquirir un protagonismo mayor: 26% de las víctimas declaran haber sido agredidas por jóvenes pandilleros.
Pero son el vandalismo, la rotura de lunas, los destrozos de viviendas, el pintarrajeo de paredes y las espectaculares peleas callejeras con cierre de pistas y botellas rotas, las infracciones por excelencia de las pandillas; a ellas se les atribuye 76,4% de los desmanes denunciados por los vecinos. También se identifica a las barras bravas que se enfrentan defendiendo a sus equipos de fútbol como las causantes de 8,5% de los actos vandálicos en la ciudad capital. La encuesta no arrojó daños a las personas como resultado de estos actos de vandalismo.
Estamos, pues, ante un fenómeno social que, si bien es factor importante de inseguridad de los vecinos en los barrios y comunidades, no puede ser enfrentado única ni principalmente con medidas punitivas, de restricción de la libertad, que son altamente contraproducentes.
Federico Tong sostiene, con razón, que "es factible que el pandillero se reintegre a la sociedad siempre y cuando tenga voluntad y que encuentre espacios para ello. Se tienen que activar políticas de reinserción social para estos jóvenes. En espacios donde se ejecutan este tipo de programas existen mejores resultados que las medidas estrictamente legales y represivas".
Para Tong, la conducta de la autoridad es fundamental: "Creo que la autoridad mantiene una actitud ambivalente. Por un lado, la distancia, lo represivo, y, por otro lado, la indiferencia. Es fundamental un cambio de actitud de aquellos que tienen que ver con la represión y el control. En muchos casos cumplen el papel de estimular la violencia".
"Hay que mantener el optimismo –dice Tong–. Sé que el clima emocional es muy duro sobre todo cuando se ha sido víctima de los pandilleros. Pero no debemos olvidar que los pandilleros han sido hijos. No son sujetos encapuchados en la sombra sino gente como uno que aspira a algo pero lamentablemente no lo encuentra. La voluntad de ellos va a ser fundamental. Hay que devolver a los jóvenes la imagen de que sí es posible cambiar."
Programas de reinserción para los adolescentes pandilleros
Además del esfuerzo que realizan Elmo Molina y el equipo del PROMUDEH (ver entrevista), existen otras experiencias de integración de jóvenes pandilleros en Villa El Salvador y en el distrito de El Agustino.
El comandante de la Policía Nacional Santiago Vizcarra, hasta hace pocos meses comisario de ese distrito, inició un programa para la recuperación de pandilleros. Para el comandante Vizcarra, "el pandillaje juvenil es un fenómeno que se desarrolla en nuestro medio como consecuencia del sistema mismo y de la falta de trabajo, del rechazo que sienten en su barrio, de su situación de indocumentados o de estar al margen de la ley.
"Es eso lo que los lleva a actuar de esa manera. Se ha aplicado una política represiva que no funcionó. Nosotros cambiamos de estrategia, diseñando otra que nos permitió llegar a ellos mediante un sistema de diálogo y, sobre todo, conociendo sus inquietudes. Eso nos permitió consolidar grupos. Una forma de integrarlos es la participación en los deportes: fútbol, fulbito y natación. Los más exitosos han sido los eventos boxísticos. Lo hice con la finalidad de limar asperezas y con técnica
–ya que el box es un buen deporte–. Para eso nos agenciamos de guantes. Pedimos a la Federación de Box que nos apoyase con un juez, un árbitro y los protectores. Fue un éxito. Nos permitió reforzar más la amistad, la autoestima y demostrar quién puede más pero con técnica".
El caso del Hogar de Menores de Maranga también es relevante. Ahí, desde hace dos años, se lleva a cabo un sistema de reinserción social del adolescente. Sus dormitorios y salas de recreación están decorados con cuadros y lemas que invitan a reflexionar sobre la vida. Muchos de estos chicos se dedican a trabajar en diversos talleres para ayudar a sus familias.
Algunos quieren salir a la libertad, pero otros esperan impacientes su sentencia, que puede ser, según la nueva ley, de entre dos y cuatro años para integrantes y de tres a seis años para líderes de la pandilla sin tomar en cuenta la edad.
Juan (16) fue pandillero en Chorrillos. Está hace seis meses en Maranga y sus ojos se humedecen. "Una noche me agarraron con un carro que robamos mis amigos y yo. Mi compañero mató al chofer, pero me echaron la culpa a mí. Cuando me dijeron ‘te vas a Maranga’, me asusté. Pero estoy contento aquí. Consumía marihuana, pero nunca violé a nadie. Me arrepiento de lo que he hecho. Quiero estudiar. Extraño a mi mamá".
Sin embargo, la rehabilitación de Juan apenas comienza. Está en la primera fase, que es de acercamiento y persuasión; luego pasará por la formación personal y laboral, la atención familiar y, por último, el residentado juvenil, si es que no pudiera integrarse a su familia.
Son varios los esfuerzos, aunque todavía insuficientes y poco coordinados. Sin embargo, nos indican una ruta a seguir que no transita por la represión y la ley, sino por ofrecerles espacios para la reinserción. Se trata, pues, de organizar grupos de referencia que les permitan la recuperación de su autoestima; se trata, también, de cambiar la mirada de la sociedad, que hasta hoy sólo les devuelve violencia. (Susana Villarán, Edith Muller).
Elmo Molina, de Pandillero a trabajador social
Elmo tiene sólo 24 años, pero ha vivido mucho. Su rostro es familiar, ya que ha salido en los medios de comunicación en los últimos tiempos a propósito del programa del PROMUDEH en el que trabaja "recuperando" pandilleros. Vale la pena escuchar su historia para entender a los miles que, como él, encuentran en la pandilla un lugar de referencia. De niño fue "pirañita"; luego se convirtió en líder de las pandillas del Cercado de Lima.
¿Por qué te hiciste piraña?
Debido a los problemas económicos que había en mi hogar. Mis padres eran provincianos con una familia numerosa, y eso fue lo que quizá me empujó a salir a las calles, porque veía que realmente no tenía un hogar constituido. Había muchos problemas económicos en la casa, mucha violencia.
¿Desde qué edad estuviste en la calle?
Desde los 8 años. Me dediqué al robo: desde el desmantelamiento de carros a los asaltos con chicos... y luego comencé a ser pandillero.
¿Por qué crees que se han multiplicado las pandillas en la zona donde vives?
Las pandillas siempre han estado allí, siempre han existido, pero nunca fueron tan agresivas como hoy en día. Los medios de comunicación hacen que esos grupos sean más violentos, porque permanentemente los sacan en la televisión de la manera más agresiva posible; eso hace que los chicos se sientan líderes, reconocidos, y conduce a que los pandilleros cometan acciones cada vez más violentas para salir en la televisión.
¿Por qué te integraste a una pandilla?
Conformé una de las pandillas más poderosas del Cercado de Lima: "Los Halcones del Cercado", con 147 integrantes, de los cuales dos fallecieron en las peleas y algunos resultaron gravemente heridos. Yo encontré ahí reconocimiento y el amor de familia, la amistad y, sobre todo, me sentía seguro de tener gente a mi alrededor que sí me podía proteger, porque en mi casa me sentía como a la intemperie. Dentro de nosotros no lidiábamos y siempre nos respetábamos. Lo malo era el robo, la droga, el alcohol y lastimar a otras pandillas
¿Cómo es el día de un miembro de una pandilla?
Las pandillas se reúnen en las mañanas. Están haciendo hora. Algunos trabajan, otros no. La mayoría no lo hace porque son menores de edad. Llega la noche: es el campo de la diversión, el alcohol, las drogas y la pelea. Luego van a sus casas; muchas veces los padres son inconscientes de lo que está sucediendo.
¿Estudian?
Algunos no han terminado los estudios. Otros siguen estudiando, pero su rendimiento no es el normal. El comportamiento conflictivo que han adquirido en el barrio también lo demuestran en los colegios, y muchas veces los directores de los colegios, tontamente, los expulsan. En vez de darles una ayuda, los dejan a merced de la violencia.
¿Qué drogas consumen?
Lo que está de moda es la marihuana colombiana que llega por el Callao y que se consume en la juventud, tanto en los medios bajos como en los altos.
¿Cómo obtienen la droga y las armas?
Los "pacos" de marihuana están entre los dos y tres soles. Se venden fácilmente. El alcohol es anisado, pisco, lo más barato. Para adquirirlo, las pandillas organizan módulos de operación que son el robo y la extorsión. En nuestros tiempos teníamos una gran dimensión de territorio que iba de la plaza Unión hasta la avenida Universitaria; en esa zona había entre 70 y 80 bodegas y tiendas. No existía ni una comisaría hasta Carmen de La Legua y estaba lejos de Monserrate, que era una jurisdicción que pertenecía a "Los Halcones" y donde cobrábamos cupos de seguridad.
¿Tienen armas?
Empezamos con verduguillos, botellas y cuchillos. Luego comenzamos a tener armas de fuego como las perdigoneras, pistolas 22 de fogueo. Todas las armas las vendían en la "cachina".
¿Cómo saliste de la pandilla?
Integré más de 25 pandillas; las organicé en El Cercado de Lima, Comas, El Agustino, Callao, Canto Grande y La Victoria. Estuve en los barrios marginales de Brasil en el 86; me integré a estas pandillas y estuve con colombianos. Me deportaron en el 87 por homicidio. Aquí me mandaron a Maranga por uno año y siete meses. Luego salí y viajé cruzando la selva trabajando en los "jaladeros" de coca. Crucé la frontera con Colombia. Estuve allí en un centro de rehabilitación de menores, que en Colombia albergan a chicos de hasta 20 años. Me deportaron por hacer muchos motines.
Había envejecido tanto que comencé a analizar mi vida. Vi que ya no era un niño que podía estar en un centro de menores y vi cómo mucha gente consumía drogas y destruía su vida, y no quise eso para mí. Comencé a tratar de trabajar y a cambiar de vida. Aunque muchas veces recibí la burla de algunos de mis amigos.
El primero que me ayudó fue Fernando Rodríguez Estrada. Él tenía una pequeña curtiembre en el barrio. Le dije: "señor, yo quiero trabajar". Sabía que yo robaba, pero me dio su confianza y le respondí muy bien. Viajamos a la selva a comprar material. Estuve trabajando tres años con él y luego conocí a mi esposa. Ella fue distinta y también contribuyó en el cambio. Antes había estado con muchas chicas, pero ellas sólo buscaban un reconocimiento. A ella, en cambio, la tuve que enamorar.
¿Cómo ayudas a los jóvenes de las pandillas?
Trabajo en mi sector con 20 a 25 pandillas y también en San Juan de Lurigancho. Hacemos un trabajo de desarticulación de las pandillas mediante campeonatos de fulbito, "campamentos de náufragos" en la playa, para que liberen el estrés; terapia de fogata... así comienzan a hablar de sus problemas, de su casa, de sus "paltas". Tenemos pensado hacer encuentros de padres con hijos, para integrar a las familias. Para que los padres estén más tiempo con sus hijos, les pedimos que vayan también a los campeonatos de fulbito.
He aprendido a sacar lo bueno y lo malo de la vida, y sé que puedo estar con los chicos, trabajar con ellos, ayudarlos y que se integren a la sociedad.
Somos un total de 57 ex pandilleros y estamos todos trabajando. A veces realizamos trabajos locales o de apoyo a los colegios donde hacemos que los chicos se pongan a pintar las paredes o preparen la tierra para hacer un jardín. Esa es muy buena técnica para los colegios.
hola, me pareció muy interesante el artículo. Estoy trabajando el tema de pandillas y quisiera saber si tienes data o informacion estadistica actual de las pandillas, cuantos son, de qué zonas de lima provienen, rango de edades, etc. Y por otra parte, qué hacen estas nuevas pandillas, en qué se diferencian frente alas pandillas de los 80s, 90s. Gracias.
ResponderEliminarCualquiero cosa mi correo es merghsi@gmail.com