domingo, 22 de febrero de 2009

Editorial de El Comercio sobre Inseguridad Ciudadana

El más grave reto: acabar con la indefensión ciudadana

22/02/2009

EDITORIAL

El ingreso de la congresista Mercedes Cabanillas al Gabinete, en la cartera del Interior, es una fuerte apuesta del Gobierno. Y no solo por la inherente complejidad del sector, sino por las implicancias de colocar a un aprista en un ministerio que arrastra una grave y antigua deuda con la ciudadanía en el tema de la seguridad ciudadana.

Los datos que trae hoy la encuesta de Ipsos Apoyo son contundentes, al evidenciar un peligroso y extendido sentimiento de indefensión de los ciudadanos, que pone en serio cuestionamiento a la PNP y al propio Estado.

Cuando se les pregunta cuál debe ser la acción prioritaria de la nueva ministra responden:

-Combatir la corrupción policial, 31%;
-pandillaje, 25%;
-secuestros/ “marcas”, 16%;
-robos a domicilio, 8%;
-equipamiento de la policía, 8%;
-infraestructura y tecnología, 5%;
-tránsito 4%.

Efectivamente, si bien la permanencia del general Remigio Hernani era ya insostenible, sobre todo luego de los trágicos sucesos de Pomac, que revelaron imprevisión e ineptitud, el mayor reto de Cabanillas será poner las bases de una política de Estado, firme y continua, que responda a estos gravísimos problemas. Lo que no se puede hacer, como han hecho sus antecesores, es desactivar todo lo hecho y partir de cero, lo que además de resentir la moral de la institución policial genera mayor inestabilidad.

Por lo pronto, es positivo que, al asumir el cargo, Cabanillas, una connotada dirigente aprista de viejo cuño, haya descartado cualquier intención de copamiento partidario y anunciado que no permitirá encubrimientos ni apañamientos.

Ha dicho, además, que no le temblará la mano al momento de tomar decisiones, en lo cual el país le toma la palabra: Orgánicamente tendrá que unificar las entidades policiales para evitar compartimentos estancos e ineficientes, así como lanzar una dura lucha contra la corrupción policial, ejercida con escandalosa impunidad, causa principal del desprestigio de la Policía Nacional y de su divorcio de la ciudadanía.

Sin embargo, no se trata solo de desterrar las coimas y romper el esquema de corrupción en el suministro de combustible para los oficiales y los patrulleros, sino también en la compra de municiones, equipos diversos y seguros para las unidades de transporte, entre otras cosas.

Lo que debe hacerse es instituir una nueva moral policial, lo cual demanda establecer severos mecanismos de sanción a quienes manchan tan vergonzosamente el uniforme y retomar, ahora sí, el tema del mejoramiento, tanto de remuneraciones como de condiciones laborales y de atención de salud de los policías. Además, debe propenderse a sincerar los sueldos, para evitar atajos corruptores que solo benefician a una cúpula que medra del actual statu quo.

Resulta también interesante el anuncio ministerial de convocar a los ex ministros y promover la coordinación con los alcaldes, que están más cerca de los ciudadanos, para elaborar programas contra la delincuencia común. La experiencia de ronderos y, sobre todo, de los serenazgos debe ser evaluada para dar mayores facultades a los concejos, al menos en el control del tránsito.

Luego, tiene que reimpulsarse el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, que ha sido dejado de lado en los últimos tiempos, para concertar políticas y coordinar esfuerzos.

La PNP debe recuperar unidad, liderazgo y efectividad para acabar con la delincuencia y proteger al ciudadano. En tal sentido, es acertado que, para empezar, la nueva ministra haya acogido la radiografía que ha hecho la Defensoría del Pueblo sobre la labor policial y la necesidad de acercarse más a la ciudadanía.

No solo hay que poner más policías en las calles, sino que esto debe responder a una estrategia de reforzamiento y equipamiento de las comisarías, así como a una mayor coordinación con las autoridades fiscales y judiciales para que los delincuentes purguen realmente sus penas y no ganen la calle tan fácilmente para volver a delinquir.

Y, por supuesto, la nueva ministra no puede ser ajena al estruendoso clamor popular que reclama orden y vigilancia en las carreteras, de modo que tomar un ómnibus no sea una ruleta rusa hacia el asalto, el secuestro o la muerte.

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