miércoles, 22 de septiembre de 2010

Escribe Maritza Espinoza: "Cómplices de violación" - Caso Jaime Bayly

Cómplices de violación

Vie, 17/09/2010

Por Maritza Espinoza
mespinoza@larepublica.com.pe
http://www.larepublica.pe/fama/17/09/2010/complices-de-violacion

Los petroaudios dividieron al periodismo entre quienes justificaban la invasión a la privacidad por un afán moralizador y quienes la condenaban de plano. Pero, por lo menos, esos audios mostraban indicios claros de un delito, lo que inclinaba la balanza hacia un lado más que a otro. El audio de Lourdes Flores, en cambio, tiene todos los visos de una violación brutal y eso convierte a la prensa que lo reproduce en simple cómplice del estupro.

Jaime Bayly ha justificado esa complicidad exagerando la gravedad de las expresiones de una persona en un momento de exaltación y desánimo –pucha, si eso fuera un delito, mejor me entrego a la justicia hoy mismo–, pero los excesos del cuarentón terrible son pan de cada día y para muchos ya es casi inimputable.

Lo que sorprende es que, casi en simultáneo, Rosa María Palacios, quien condenó la violación de la privacidad que, según ella, significaban los petroaudios (en los que su esposo era una de las víctimas indirectas), se haya lanzado a transmitir el “luluaudio” sin ningún sentimiento de culpa y que hasta haya agradecido rendidamente a su competidor de horario por prestarle “el material”.

Luego, en cascada, lo transmitieron todos los noticieros y programas radiales, sin pararse a pensar que cada repetición era una nueva violación del derecho de la candidata pepecista a la privacidad.

Exponer a una persona –político o no– a ser juzgada por lo que dice en el plano de su privacidad, un espacio en el que todos tenemos licencia para ser, hacer o decir lo que nos dé la gana, no es precisamente un rol que honre al periodismo.

Las justificaciones para hacerlo pueden ser muchas –casi siempre las mismas que han esgrimido Laura Bozzo y Magaly Medina para disfrazar sus excesos– , pero este episodio marcará, mucho más que otros, esa línea que divide el periodismo decente del oficio más vil. Ese que nos legó el fujimontesinismo.

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